sábado, 4 de junio de 2011

Las ideas para Hume

Las ideas  son copias de las impresiones sensibles que se almacenan en la mente. Para Hume la mente humana está llena de percepciones, divididas en dos géneros: impresiones e ideas.  Éstas se distinguen entre sí por el grado de fuerza con que se presentan en nuestro espíritu. De esta manera, las impresiones son “las percepciones que penetran con más fuerza y violencia”[1]. Tales impresiones son nuestras sensaciones, pasiones y emociones, por ejemplo, cuando me quemo con el fuego. Por su parte, “las imágenes débiles  en el pensamiento y razonamiento” [2] de las impresiones, son las ideas.  Podemos ponerlo así: las impresiones son sentir; las ideas, pensar.
            Las impresiones pueden ser simples (un color) o complejas (un paisaje). Las simples no pueden separarse, mientras que las complejas sí.  Las ideas e impresiones se corresponden unas a otras, pero sólo se corresponden exactamente en su forma simple. Por ejemplo, la impresión de un color y la idea de ese color son siempre iguales, pero la impresión de un paisaje no necesariamente es idéntica a su idea. Incluso puede ser que una idea compleja no tenga su impresión correspondiente, cómo sería la idea de un estofado de catobeplas. Las impresiones siempre son “las causas de nuestras ideas y no nuestras ideas de nuestras impresiones”[3]. Dicha tesis se prueba cuando nos damos cuenta de que un ciego o un sordo de nacimiento, al verse privado de sus sentidos no pueden percibir y pierde las impresiones, lo que le imposibilita para formarse ciertas ideas. Puede, sin embargo, existir algún caso en que se pruebe que no es posible, aunque no por eso se debe desechar la hipótesis[4]. Hume enfatiza que las impresiones antecedan siempre a las ideas, negando con ello el innatismo, ya que toda idea será siempre un producto de la experiencia.
           
Cuando almacenamos las impresiones en nuestra mente, las podemos reproducir con la memoria o con la imaginación. Cuando lo hacemos con la memoria, las reproducción conserva algo de la vivacidad con que se presento al espíritu, mientras que, con la imaginación, toda vivacidad se ha perdido. La imaginación puede variar a placer el orden y forma de las impresiones, mientras que la memoria no. Las ideas simples pueden asociarse para formar ideas complejas. Dicha asociación no es al azar, sino por ciertas cualidades, que son: semejanza, contigüedad en tiempo y causa y efecto. Las ideas complejas se dividen en ideas de relaciones, de modos y de substancias.
            Las ideas de relaciones son las que “en la unión arbitraria de dos ideas de la fantasía, consideramos apropiado compararlas”[5]. Las cualidades que hacen posible una comparación son: semejanza, identidad, espacio y tiempo, cantidad, grados de cualidad en común, oposición y causa y efecto.  Las ideas de modos son las ideas complejas que describen cualidades de las cosas, como la belleza. Por su parte, la idea de substancia no es más que “una colección de ideas simples que están unidas a la imaginación y poseen un nombre particular asignado a ellas”[6]. Suponemos que hay algo desconocido a lo que son inherentes las cualidades de las cosas y por ello formamos la idea de substancia.


[1] Hume, David, Tratado de la naturaleza humana, tomo I, Gernika, México, 1999, p. 11.
[2] Idem.
[3] Ibid, p. 16.
[4] Vid, ibid, p.17.
[5] Ibid, p.26.
[6] Ibid, p.31.