Vamos a exponer la crítica schilleriana al fundamento del proyecto
ilustrado de emancipación global del hombre. Este proyecto se lleva a cabo
durante la Ilustración, “periodo histórico circunscrito, en general, al siglo
XVIII y extendido sobre todo en Alemania, Francia e Inglaterra”. Una
de las características más notables de la Ilustración era el optimismo por el
poder de la razón. Este optimismo conducía a la confianza de poder reorganizar
la sociedad mediante principios racionales. Asimismo, la razón se presentaba como el
instrumento que permitiría actuar sobre la Naturaleza y llevar a cabo un
dominio efectivo sobre ella. De esta manera se posibilitaba la libertad, la
felicidad perfecta del hombre y el progreso hacia lo mejor. Otra parte importante del proyecto era la
creencia en la formación y desarrollo plural de cada persona, lo que permitiría
alcanzar la libertad política.
Friedrich Schiller estaba de acuerdo en que era
posible la construcción de una libertad política e incluso consideraba que la
obra artística más perfecta de todas era la construcción de una verdadera
libertad política.
Sin embargo, para Schiller la humanidad se encontraba lejos de poder alcanzarla
y lo único que veía es una sociedad aquejada por diversos males. Esto era
resultado de la confianza excesiva en la razón, lo que había terminado por
oprimir la parte natural del hombre. Así, la razón estaba lejos de darle
libertad y felicidad antes bien lo tenía hundido en un estado mecanicista. A
este estadio responde su crítica al proyecto ilustrado que presenta en sus Cartas sobre la educación estética del
hombre
La crítica al
proyecto ilustrado.
Schiller
nos dice que si la Ilustración consideraba factible la felicidad perfecta y la
emancipación global del hombre, lo único que se ve en la sociedad es salvajismo
y apatía, los dos extremos de la decadencia humana. Además,
la ilustración del entendimiento ha tenido poco influencia ennoblecedora sobre
los sentimientos y más bien ha tenido un influjo negativo sobre ellos. Aunque
la época presenta grandes avances en los campos de la técnica, la ciencia y las
artes, paradójicamente, los hombres distan de ser un ejemplo de humanidad. Por
esta razón no deben sobrevalorarse los logros ni perder de vista que la
Ilustración y la ciencia se han quedado como un progreso meramente teórico.
Basta con echar una mirada a la sociedad para darse cuenta que la perversión, el
abatimiento, la pereza y brutalidad son sólo algunas de sus características.
Así, el hombre se muestra insensible ante un momento
tan generoso y su libertad interior no se compara con la libertad exterior.
Dicho sea con otras palabras, el hombre no está a la altura de su tiempo. Comparados
con los griegos, ejemplo de lo
individual en la Antigüedad donde cada persona era una pequeña totalidad, el
hombre moderno es un fragmento, a tal grado que “hay que consultar individuo
por individuo para reconstruir la totalidad de la especie”. La
sociedad es admirable en su conjunto pero poco digna en lo particular, como un
árbol de follaje hermoso pero cuyos frutos están podridos. ¿Cómo es posible
esta disparidad entre la generalidad y la particularidad? ¿Por qué la especie
es superior a los individuos?
Schiller dice que la situación es una consecuencia del
dominio de los intereses utilitarios materialistas y políticos en
la sociedad actual. Otra de las causas es que la función se ha convertido en la
medida del hombre
y como resultado, se ha abandonado el desarrollo de la totalidad de las
facultades en favor de aquella que les da más honra y provecho. Finalmente, se
debe a que la pereza se ha apoderado de la sociedad y ha delegado a otros la
responsabilidad de pensar. Por lo anterior, Schiller piensa que la humanidad
está lejos ser el fundamento de una mejora moral del Estado y en tanto no se
resuelva la escisión del hombre interior y desarrolle su naturaleza, el Estado
perfecto no estará al alcance, pues este es producto de una sociedad mejor y no
a la inversa.
Ahora bien, ¿cuál el origen de los males? ¿A qué se
debe que sigamos siendo barbaros? ¿Por qué el ideal de emancipación global del
hombre está tan distante? Lo primero que debe tomarse en cuenta es que antes de
mejorar la sociedad debe mejorar el individuo, lo que sólo es posible una vez
que ha vencido el conflicto de sus impulsos. Claro que el hombre puede
conseguir un dominio sobre la naturaleza pero antes debe dominarse a sí mismo.
Resulta que el hombre es una criatura más de la naturaleza pero se distingue
porque posee la razón.
Mediante el uso de esta facultad “puede trasformar
la obra de la necesidad en una obra de su libre arbitrio y elevar la necesidad
física a necesidad moral”. Esto
tiene como consecuencia que el hombre se encuentre entre la necesidad de la
naturaleza y la libertad de la voluntad. Es decir, el hombre es un ser natural
pero también un ser moral. De la dicotomía entre ambas concepciones se
desprende que todo Estado natural
“contradice al hombre moral, para el que la simple legitimidad debe servir de
ley; pero es suficiente para el hombre físico, que se da leyes sólo para
transigirlas con el uso de la fuerza”.
Esta oposición crea un conflicto, pues si se anula el Estado natural en favor
del Estado moral, se pone en riesgo lo existente por algo que sólo es posible,
pues “el hombre físico es real y el
hombre moral sólo problemático”. Por
eso cuando la razón anula el Estado natural “le quita al hombre algo que
realmente posee y sin lo cual nada tendría, indicándole a cambio de ello algo
que pudiera y debiera poseer”.
Dado que la sociedad física no puede detenerse ni
siquiera un instante en el tiempo y puesto que la sociedad moral no debe, por
amor a la dignidad del hombre, poner en riesgo la existencia de la sociedad
física, se debe reparar el mecanismo del Estado en movimiento. Es decir, para
alcanzar el ideal de un Estado perfecto, se debe buscar antes un apoyo que sea
lo bastante sólido como para permitir la independencia del estado natural pero
sin que ello implique poner en riesgo al hombre físico. Este sostén no está ni
en el carácter natural del hombre ni en el carácter moral, pues uno es egoísta
y violento y el carácter moral tiene antes que formarse en la idea.
Esta observación es ignorada por el proyecto
ilustrado y en tanto no se solucione, el Estado ideal nunca podrá llevarse a
cabo. ¿Qué se debe hacer entonces? ¿Cuál
es el camino? ¿Cómo ha de de ser posible la construcción de esa obra de arte
que es la libertad política? La respuesta es un tercer carácter que relacione
al hombre moral y al hombre físico. De esta manera se tiende un puente entre el
dominio de las fuerzas y las leyes sin entorpecer al carácter moral en su
desarrollo y que sirve de garantía sensible de la invisible moralidad. Para la
formación de este tercer carácter resulta indispensable la educación de la
sensibilidad.
Dicha educación resulta necesaria para que el hombre
pueda desarrollarse a plenitud, pues si bien es cierto que debe cultivarse el
entendimiento, para Schiller el camino hacia la cabeza tiene que abrirse a
través del corazón. En este sentido, el arte se convierte en una pieza
fundamental del proyecto schilleriana, pues es el arte bello el que forma y
refina los sentimientos. De lo anterior
se desprende que si se quiere resolver el problema político de la época, “hay
que emprender el camino a través de lo estético […] porque es a través de la
belleza como se llega a la libertad”.
Schiller
no critica al proyecto ilustrado porque sus ideales le parezcan absurdos o
inalcanzables, sino porque ve una falta de conciencia de la época, que está
sumida en una especie de conformismo y cree que el ideal ilustrado ya se logró.
Por supuesto que todos los adelantos y el progreso que ha traído consigo son
bienvenidos, pero se debe tener el cuidado de valorarlos en su justa medida.
No
debe pensarse que la empresa que se propuso la Ilustración ha sido conquistada ni
seguir viviendo bajo el espejismo de que basta la razón para asegurar un buen
porvenir. Antes bien deben corregirse los errores en los que se pudiera estar
cayendo y que podrían traer consecuencias perjudiciales. Por ejemplo, la confianza
desmedida en la razón y la sobrevaloración de sus logros ha conducido a la
sociedad al estado en que se encuentra. La
Ilustración, olvidando que el hombre también es un ser natural que está
dominado en su mayoría por los instintos, ha restringido el desarrollo
únicamente a la parte exterior del hombre. Por eso es tan importante la
educación del hombre, especialmente la educación de su sensibilidad, pues el
hombre común y corriente no es pura razón, también es sentimientos y pasiones.
La educación de éstos permitirá movernos libremente hacia los objetivos
planteados. Sólo en tanto que se desarrollen todas las facultades del espíritu
se podrá asegurar que el proyecto ilustrado llegue a buen puerto, pues tal como
dice Schiller, las fuerzas aisladas del espíritu producen hombres felices, pero
sólo un desarrollo equilibrado de todas las facultades podrá producir hombres
felices y perfectos. De lo contrario, la cultura, el desarrollo y las bondades
de la razón quedarán como algo meramente teórico y sin relación con el hombre; lo
que desembocará en una sociedad fragmentada.
Bibliografía
- Ferrater Mora, José, “Ilustración”, en Ferrater Mora, José, Diccionario de Filosofía, tomo I(A-D) [nueva edición revisada,
aumentada y actualizada por el profesor Josep María Terricabras] 3ra reimp, Ed
Ariel, Barcelona, 2004, pp.1761-1763.
- Marchán Fiz, Simón. La estética en la cultura
moderna, Alianza, Madrid, 2000, pp. 9-40.
- Schiller, J.C.F., Cartas sobre la educación estética del hombre, [ Trad. del alemán
por Vicente Romano García ], Aguilar, Argentina, 1981, pp. 9-68.
Bayer, Raymond,
Historia de la estética, FCE, México, 2002
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aumentada y actualizada por el profesor Josep María Terricabras] 3ra reimp, Ed
Ariel, Barcelona, 2004, pp.1761-1763.
Recordemos que como hombre de negocios, la moneda, las riquezas,
el valor, el interés y la utilidad son categorías indisociables de la
naturaleza racional del burgués.