Judith
Butler considera que el género no es otra cosa que una identidad construida. El
género, es la “repetición estilizada de actos en el tiempo, y no una identidad
aparentemente de una sola pieza”[1].
Antes bien, el género debe ser entendido “como la manera mundana en que los
gestos corporales, los movimientos y las normas de todo tipo, constituyen la
ilusión de un yo generizado permanente”[2].
La teoría de Butler es que el género no es una expresión de algo anterior a su
constitución, es decir, el sexo, sino que es la misma constitución del género
la que promueve la génesis del sexo. Asimismo, Butler plantea que el mismo sexo
es una interpretación cultural[3],
es decir, la concepción de sexo como algo natural se ha configurado dentro de
la lógica del binarismo de género. Con ello desestimo las teorías que entendían
al género como la interpretación cultural del sexo[4] y
aquellas que insistían en una inevitable diferencia sexual.
Ahora bien, ¿existe un cuerpo sobre el que se pueda
actuar? Sí, pero este cuerpo no es meramente material. En este sentido, Butler
sigue a Merleau-Ponty, quién considera que el cuerpo, más que una “especie
natural”, es una “idea histórica”. Esto quiere decir, que es por medio de una
expresión concreta e histórica hecha efectiva en el mundo como este cuerpo
cobra significado. Así pues, el cuerpo no es “una identidad en sí o una
materialidad meramente fáctica: el cuerpo es una materialidad que, al menos,
lleva significado, y lo lleva de modo fundamentalmente dramático”[5].
Puesto en otros términos, el cuerpo es un cuerpo que se hace y se hace mediante
actos. Es decir, el cuerpo actualiza un indeterminado número de posibilidades. Esto
implica que su aparición en el
mundo no está determinada por ninguna suerte de esencia interior y que su
expresión concreta en el mundo se debe entender como el poner de manifiesto y
el volver especifico un conjunto de posibilidades históricas. El cuerpo es
siempre “una encarnación de posibilidades a la vez condicionadas por la
convención histórica, es una manera de ir haciendo, dramatizando y
reproduciendo una situación histórica”[6]. Butler
encuentra similitudes entre los actos que constituyen al género y los actos
performativos en el contexto teatral. De aquí que el género se puede tomar como
estilo corporal y resulte similar a una performance.
Empero, para
Butler antes que una performance, el
género sería performativo. En el género como
performance, el género sería una actuación y no atributo con el que
contaran los sujetos antes de `estar actuando´. Sin embargo, la idea de performance puede resultar equívoca
porque esta actuación del género no es una actuación aislada o un acto que
podamos separar y distinguir[7].
En cambio, hablar de performatividad del género implica que la actuación es una
actuación reiterada y obligada en funciones de unas normas sociales. El género
es hacer una identidad que se supone que ya es. Lo que la teoría de Butler
sugiere es que el género no está inscrito sobre el cuerpo ni determinado por la
naturaleza; el género “es lo que uno asume, invariablemente, bajo coacción, a
diario e incesantemente, con ansiedad y placer […]”[8].
Para Butler, que la realidad del género sea
performativa, significa que es real sólo en la medida en que es actuada. Esto
significa que por debajo de las expresiones de género, no hay identidad de
género a la que recurrir como fundamento. De esta manera, la identidad de
género se constituye performativamente por las mismas expresiones que se
postulan como el resultado de una previa identidad.
Butler aclara que su interpretación del género no
tiene la pretensión de ser una teoría completa acerca de lo que es el género,
de la forma en que este se construye o un programa político feminista[9].
Aunque el hecho de representar políticamente a las mujeres es importante, la
filósofa señala que debe hacerse de modo que no se distorsione a la
colectividad que se supone que la teoría feminista debería emancipar. En conclusión, la tesis de Butler plantea que si
el cimiento de la identidad del género es la repetición estilizada de actos en
el tiempo, y no una identidad homogénea, entonces, en la relación arbitraria de
esos actos se hallarán posibilidades de transformar el género.
Bibliografía
Butler,
Judith, Actos performativos y
constitución del género: un ensayo sobre fenomenología y teoría feminista,
en Performing Feminisms: Feminist Critical Theory And Theatre, Johns Hopkins
University Press, 1990. pp. 296-314.
[1]
Butler, Judith, Actos performativos y constitución del género: un ensayo sobre
fenomenología y teoría feminista, p.296 en Performing Feminisms: Feminist Critical Theory And Theatre, Johns
Hopkins University Press, 1990.
[3] En este sentido es visible la impronta de
Michel Foucault, que en su Historia de la
sexualidad nos dice que “la noción de `sexo´ hace posible reagrupar en una
unidad artificial elementos anatómicos, funciones biológicas, conductas,
sensaciones y placeres, y permite a cada uno utilizar esta unidad ficticia como
principio causal”. Así pone en
evidencia que ni la sexualidad ni el sexo son marcas naturales, esenciales e
incuestionables, antes bien son complejos conceptos normativos y
disciplinarios.
[4]
Como Beauvoir, quien consideraba que
la mujer no nace, se hace. Para ella, ser hembra es un hecho sin significado
alguno. En cambio, ser mujer es haberse vuelto mujer, es decir, obligar al
cuerpo a conformarse una idea histórica de mujer.
[5] Butler, Judith, Actos performativos…, p.299.
[6] Ibid, p. 300
[7]
Butler plantea el caso del travesti,
que en el escenario puede provocarnos placer y aplausos, pero que sentado junto
a nosotros puede provocar ira y violencia.
Eso se debe a que en el teatro se dice: “no es más que actuación” y de este
modo, trazar las líneas divisorias entre la performance
y la vida (cosa que no sucede con el género). En la calle el acto se vuelve
peligroso porque no hay convenciones teatrales que delimiten su carácter
puramente imaginario.
[8] Butler, Judith, Actos performativos…, p.314.
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