domingo, 17 de junio de 2012

La critica de Schiller al proyecto ilustrado


Vamos a exponer la crítica schilleriana al fundamento del proyecto ilustrado de emancipación global del hombre. Este proyecto se lleva a cabo durante la Ilustración, “periodo histórico circunscrito, en general, al siglo XVIII y extendido sobre todo en Alemania, Francia e Inglaterra”[1]. Una de las características más notables de la Ilustración era el optimismo por el poder de la razón. Este optimismo conducía a la confianza de poder reorganizar la sociedad mediante principios racionales.  Asimismo, la razón se presentaba como el instrumento que permitiría actuar sobre la Naturaleza y llevar a cabo un dominio efectivo sobre ella. De esta manera se posibilitaba la libertad, la felicidad perfecta del hombre y el progreso hacia lo mejor.  Otra parte importante del proyecto era la creencia en la formación y desarrollo plural de cada persona, lo que permitiría alcanzar la libertad política.
Friedrich Schiller estaba de acuerdo en que era posible la construcción de una libertad política e incluso consideraba que la obra artística más perfecta de todas era la construcción de una verdadera libertad política[2]. Sin embargo, para Schiller la humanidad se encontraba lejos de poder alcanzarla y lo único que veía es una sociedad aquejada por diversos males. Esto era resultado de la confianza excesiva en la razón, lo que había terminado por oprimir la parte natural del hombre. Así, la razón estaba lejos de darle libertad y felicidad antes bien lo tenía hundido en un estado mecanicista. A este estadio responde su crítica al proyecto ilustrado que presenta en sus Cartas sobre la educación estética del hombre[3]

La crítica al proyecto ilustrado.

Schiller nos dice que si la Ilustración consideraba factible la felicidad perfecta y la emancipación global del hombre, lo único que se ve en la sociedad es salvajismo y apatía, los dos extremos de la decadencia humana[4]. Además, la ilustración del entendimiento ha tenido poco influencia ennoblecedora sobre los sentimientos y más bien ha tenido un influjo negativo sobre ellos. Aunque la época presenta grandes avances en los campos de la técnica, la ciencia y las artes, paradójicamente, los hombres distan de ser un ejemplo de humanidad. Por esta razón no deben sobrevalorarse los logros ni perder de vista que la Ilustración y la ciencia se han quedado como un progreso meramente teórico. Basta con echar una mirada a la sociedad para darse cuenta que la perversión, el abatimiento, la pereza y brutalidad son  sólo algunas de sus características.
Así, el hombre se muestra insensible ante un momento tan generoso y su libertad interior no se compara con la libertad exterior. Dicho sea con otras palabras, el hombre no está a la altura de su tiempo. Comparados con los  griegos, ejemplo de lo individual en la Antigüedad donde cada persona era una pequeña totalidad, el hombre moderno es un fragmento, a tal grado que “hay que consultar individuo por individuo para reconstruir la totalidad de la especie”[5]. La sociedad es admirable en su conjunto pero poco digna en lo particular, como un árbol de follaje hermoso pero cuyos frutos están podridos. ¿Cómo es posible esta disparidad entre la generalidad y la particularidad? ¿Por qué la especie es superior a los individuos?  
Schiller dice que la situación es una consecuencia del dominio de los intereses utilitarios materialistas y políticos[6] en la sociedad actual. Otra de las causas es que la función se ha convertido en la medida del hombre[7] y como resultado, se ha abandonado el desarrollo de la totalidad de las facultades en favor de aquella que les da más honra y provecho. Finalmente, se debe a que la pereza se ha apoderado de la sociedad y ha delegado a otros la responsabilidad de pensar. Por lo anterior, Schiller piensa que la humanidad está lejos ser el fundamento de una mejora moral del Estado y en tanto no se resuelva la escisión del hombre interior y desarrolle su naturaleza, el Estado perfecto no estará al alcance, pues este es producto de una sociedad mejor y no a la inversa.
Ahora bien, ¿cuál el origen de los males? ¿A qué se debe que sigamos siendo barbaros? ¿Por qué el ideal de emancipación global del hombre está tan distante? Lo primero que debe tomarse en cuenta es que antes de mejorar la sociedad debe mejorar el individuo, lo que sólo es posible una vez que ha vencido el conflicto de sus impulsos. Claro que el hombre puede conseguir un dominio sobre la naturaleza pero antes debe dominarse a sí mismo. Resulta que el hombre es una criatura más de la naturaleza pero se distingue porque posee la razón.
Mediante el uso de esta facultad “puede trasformar la obra de la necesidad en una obra de su libre arbitrio y elevar la necesidad física a necesidad moral”[8]. Esto tiene como consecuencia que el hombre se encuentre entre la necesidad de la naturaleza y la libertad de la voluntad. Es decir, el hombre es un ser natural pero también un ser moral. De la dicotomía entre ambas concepciones se desprende que todo Estado natural[9] “contradice al hombre moral, para el que la simple legitimidad debe servir de ley; pero es suficiente para el hombre físico, que se da leyes sólo para transigirlas con el uso de la fuerza”[10]. Esta oposición crea un conflicto, pues si se anula el Estado natural en favor del Estado moral, se pone en riesgo lo existente por algo que sólo es posible, pues “el hombre físico es real y el hombre moral sólo problemático[11]. Por eso cuando la razón anula el Estado natural “le quita al hombre algo que realmente posee y sin lo cual nada tendría, indicándole a cambio de ello algo que pudiera y debiera poseer”[12].
Dado que la sociedad física no puede detenerse ni siquiera un instante en el tiempo y puesto que la sociedad moral no debe, por amor a la dignidad del hombre, poner en riesgo la existencia de la sociedad física, se debe reparar el mecanismo del Estado en movimiento. Es decir, para alcanzar el ideal de un Estado perfecto, se debe buscar antes un apoyo que sea lo bastante sólido como para permitir la independencia del estado natural pero sin que ello implique poner en riesgo al hombre físico. Este sostén no está ni en el carácter natural del hombre ni en el carácter moral, pues uno es egoísta y violento y el carácter moral tiene antes que formarse en la idea.
Esta observación es ignorada por el proyecto ilustrado y en tanto no se solucione, el Estado ideal nunca podrá llevarse a cabo.  ¿Qué se debe hacer entonces? ¿Cuál es el camino? ¿Cómo ha de de ser posible la construcción de esa obra de arte que es la libertad política? La respuesta es un tercer carácter que relacione al hombre moral y al hombre físico. De esta manera se tiende un puente entre el dominio de las fuerzas y las leyes sin entorpecer al carácter moral en su desarrollo y que sirve de garantía sensible de la invisible moralidad. Para la formación de este tercer carácter resulta indispensable la educación de la sensibilidad.
Dicha educación resulta necesaria para que el hombre pueda desarrollarse a plenitud, pues si bien es cierto que debe cultivarse el entendimiento, para Schiller el camino hacia la cabeza tiene que abrirse a través del corazón. En este sentido, el arte se convierte en una pieza fundamental del proyecto schilleriana, pues es el arte bello el que forma y refina los sentimientos.  De lo anterior se desprende que si se quiere resolver el problema político de la época, “hay que emprender el camino a través de lo estético […] porque es a través de la belleza como se llega a la libertad”[13].


Schiller no critica al proyecto ilustrado porque sus ideales le parezcan absurdos o inalcanzables, sino porque ve una falta de conciencia de la época, que está sumida en una especie de conformismo y cree que el ideal ilustrado ya se logró. Por supuesto que todos los adelantos y el progreso que ha traído consigo son bienvenidos, pero se debe tener el cuidado de valorarlos en su justa medida.
No debe pensarse que la empresa que se propuso la Ilustración ha sido conquistada ni seguir viviendo bajo el espejismo de que basta la razón para asegurar un buen porvenir. Antes bien deben corregirse los errores en los que se pudiera estar cayendo y que podrían traer consecuencias perjudiciales. Por ejemplo, la confianza desmedida en la razón y la sobrevaloración de sus logros ha conducido a la sociedad al estado en que se encuentra.  La Ilustración, olvidando que el hombre también es un ser natural que está dominado en su mayoría por los instintos, ha restringido el desarrollo únicamente a la parte exterior del hombre. Por eso es tan importante la educación del hombre, especialmente la educación de su sensibilidad, pues el hombre común y corriente no es pura razón, también es sentimientos y pasiones. La educación de éstos permitirá movernos libremente hacia los objetivos planteados. Sólo en tanto que se desarrollen todas las facultades del espíritu se podrá asegurar que el proyecto ilustrado llegue a buen puerto, pues tal como dice Schiller, las fuerzas aisladas del espíritu producen hombres felices, pero sólo un desarrollo equilibrado de todas las facultades podrá producir hombres felices y perfectos. De lo contrario, la cultura, el desarrollo y las bondades de la razón quedarán como algo meramente teórico y sin relación con el hombre; lo que desembocará en una sociedad fragmentada.







Bibliografía
-  Ferrater Mora, José, “Ilustración”, en Ferrater Mora, José, Diccionario de Filosofía, tomo I(A-D) [nueva edición revisada, aumentada y actualizada por el profesor Josep María Terricabras] 3ra reimp, Ed Ariel, Barcelona, 2004, pp.1761-1763.
-  Marchán Fiz, Simón. La estética en la cultura moderna, Alianza, Madrid, 2000, pp. 9-40.
-  Schiller, J.C.F., Cartas sobre la educación estética del hombre, [ Trad. del alemán por Vicente Romano García ], Aguilar, Argentina, 1981, pp. 9-68.


Bayer, Raymond, Historia de la estética, FCE, México, 2002



[1] Ferrater Mora, José, “Ilustración”, en Ferrater Mora, José, Diccionario de Filosofía, tomo I(A-D) [nueva edición revisada, aumentada y actualizada por el profesor Josep María Terricabras] 3ra reimp, Ed Ariel, Barcelona, 2004, pp.1761-1763.
[2]Ibid, p.27.
[3] Conviene mencionar que a diferencia de otras obras estéticas, la de Schiller no se limita a la producción del arte, ni a la fundamentación de juicios de gusto,  sino que se extiende hasta la localización de lo estético en la sociedad y las condiciones de posibilidad del arte de vivir en la modernidad.
[4] Ver Schiller, J.C.F., Cartas sobre la educación estética del hombre, [ Trad. del alemán por Vicente Romano García ], Aguilar, Argentina, 1981, p.39.
[5] Ibid, p.42
[6] Recordemos que como hombre de negocios, la moneda, las riquezas, el valor, el interés y la utilidad son categorías indisociables de la naturaleza racional del burgués.
[7] Ibid, p.45.
[8] Ibid, p.30.
[9] Este Estado natural es según Schiller, “el cuerpo político que extrae su organización de fuerzas y no de leyes”.
[10] Schiller, J.C.F., Cartas sobre la educación estética del hombre, [ Trad. del alemán por Vicente Romano García ], Aguilar, Argentina, 1981, p.32.
[11] Idem
[12] Idem
[13] Ibid, p.30.

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