sábado, 12 de noviembre de 2011

El conocimiento probable de David Hume

Tras analizar la idea de causalidad, Hume se muestra escéptico con respecto a la idea de que el conocimiento pueda alcanzar el grado de necesario. Para él, el conocimiento será solamente probable. Esto debido a que muchas leyes tienen base en la creencia de que existe la relación de causa y efecto, pero en realidad las cosas son anteriores o posteriores a otras. A continuación explicaremos como llego a la conclusión.
Para Hume, “todo razonamiento no consiste más que en la comparación y en el descubrimiento de las relaciones constantes o inconstantes que dos o más objetos mantienen entre sí”[1]. Las relaciones filosóficas existentes son: semejanza, identidad, relaciones de tiempo y lugar, relación de cantidad o número, grados en alguna cualidad, oposición, y finalmente, causalidad. Ésta última es la única “que puede ser llevada más allá de los sentidos o informarnos de existencias y objetos que no podemos ver o tocar”[2]. Es por ello que Hume considera que se debe estudiar y explicar dicha relación, empezando con encontrar de donde procede.
            Lo que encuentra en la relación de causalidad, es que entre los objetos que se consideran causa y efecto, siempre hay una contigüidad y que la causa es siempre anterior al efecto. Aunque hay una relación más, que es la de conexión necesaria, es decir, la idea de que existe una relación entre la causa y el efecto. Ahora bien, la relación de causa y efecto no se encuentra implícita en las cualidades conocidas de los objetos, ya que “cuando dirijo mi vista a las cualidades conocidas de los objetos descubro inmediatamente que la relación de causa y efecto no depende en lo más mínimo de ellas”[3]. No hay nada en los objetos que me digan algo sobre la relación de causalidad.

Lo anterior, hace que se haga dos preguntas. La primera pregunta es: ¿por qué se asegura que algo que ha empezado a existir debe tener una causa? En segundo lugar se pregunta: ¿porqué ciertas causas particulares deben tener ciertos efectos particulares? Con respecto a la primera cuestión, Hume se muestra en contra de la tesis que asegura que todo lo que existe tiene una causa, ya que para él nunca podremos demostrar “la necesidad de la causa de cada nueva existencia […] sin mostrar a la vez la imposibilidad que existe de que algo pueda comenzar a ser sin algún principio productivo”[4]. Para Hume, concebir que todo lo existente debe tener necesariamente una causa es errónea, pues tal idea no es cierta, tanto intuitiva, como demostrativamente. Ahora bien, ¿por qué concluimos que tales causas tendrán tales efectos?  ¿De dónde provendrá entonces la idea de relación de causalidad? La respuesta es: de la observación y la experiencia, y nunca de un razonamiento científico[5]. De hecho, la idea de causalidad es falsa, ya que no hay eventos que sean causa o efecto de otros, sino que son anteriores o posteriores al otro. Intentaremos explicarlo.

Nuestra mente está llena de ideas e impresiones. Por medio de la memoria podemos recordar ciertas ideas e impresiones y por medio de la imaginación, unirlas. En muchos casos, tenemos impresiones de objetos que siempre van acompañadas de otros objetos, que son contiguos y sucesivos. Así pues, tenemos la impresión de fuego y calor. Cada vez que estamos cerca del fuego, sentimos el calor. Sucede entonces que cada vez que “recordamos su unión constante en todos los casos pasados […] llamamos a los unos causas y a los otros efectos e inferimos la existencia de los unos partiendo de la de los otros”[6]. Por ello es que creemos que la causa del calor que sentimos cuando estamos cerca del fuego, es precisamente el fuego. Incluso cuando imaginamos el fuego de una fogata que haríamos en un futuro, lo imaginamos dándonos calor. Nuestra memoria hace que recordemos ambas sensaciones siempre que pensamos en fuego y lo asociemos a la idea de calor considerándolo su causa, aunque en realidad lo único que podemos asegurar en la relación fuego-calor, es que el fuego es anterior al calor, o que el calor es posterior al fuego, pero nunca que uno es la causa o el efecto del otro. De esta manera, se concluye que todos nuestros razonamientos referentes a las causas se fundan en la aplicación del pasado al futuro[7]. De aquí que Hume considere que la relación de causa y efecto tenga base no en la razón, sino en el hábito.

¿Qué implicaciones tiene lo anterior para el conocimiento que podamos adquirir? Primeramente, que el hábito es fundamental para poder conocer, pues sin él, nuestro conocimiento se referiría solamente al pasado. En segundo lugar, que el conocimiento es solamente probable;  debido a que no se puede conocer nada de un objeto del cual no se ha tenido experiencia, y si ya se ha tenido, no significa que las cosas vayan a suceder siempre así, ya que “no existen argumentos demostrativos para probar que los casos de que no tenemos experiencia se asemejan a aquello de que tenemos experiencia”[8]. Como consecuencia,  las leyes de las ciencias pasan a ser contingentes; ya que pretenden explicar cierto objeto mediante un experimento que indique como se comportará ese objeto en casos futuros. Por ejemplo, la ley de la gravedad nos dice que todo lo que sube tiene que bajar. La experiencia confirma que la ley es cierta, pero ya se vio que una vez no significa que así sucederá siempre. Por lo tanto no es necesaria, sino probable. Así pues, Hume concluye que el conocimiento nunca será sólido y estable, sino una torre de naipes, que quizá sea muy bonita y que nos ha costado mucho trabajo formar, pero que puede venirse abajo en cualquier momento.




Bibliografía
Hume, David, Tratado de la naturaleza humana Tomo I, Gernika, México, 1999, pp. 95-127, 168-205.

Hartnack, Justus, La teoría del conocimiento de Kant, 9ª ed, Cátedra, Madrid, 2006, pp. 12-17.



[1] Hume, David, Tratado de la naturaleza humana, Gernika, México, 1999, p. 100.
[2] Ibid, p.102.
[3] Ibid, p.112.
[4] Ibid, p. 108.
[5] Vid, ibid, p.112.
[6] Ibid, p. 119.
[7] Ibid, p. 185.
[8] Ibid, p. 121. 

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